domingo, 31 de agosto de 2014

Todo perro tiene su día (segunda parte)

La casa tiene jardín delantero,
cosa rara en la calle Humboldt.
(en Simulacros, de Julio Cortázar)

El funk ha tenido buenas y malas épocas, excelentes y pésimas bandas. A veces, no siempre, me gustan Funkadelic y su George Clinton (quién sabe, tal vez en vivo habrán sido sensacionales). En cambio, el James Brown de los sesenta sigue fresco y delicioso. Por otro lado, las incursiones de Zappa en el género han de ser cautelosamente tomadas como citas y homenajes, geniales siempre, y no como formas personales de expresión (la única forma personal de expresión en Zappa es Zappa mismo, como bien me dijo alguna vez –aunque con otras palabras- mi querido José Luis Sánchez, Josefáin).

Lo cierto es que la sección de vientos en Titties & Beer es con la que deseo despedirme de este mundo.

Luego, por ahí andan bellezas de Kool and The Gang, de Sly and the Family Stone y del mismo Stevie Wonder. En cambio, el tratamiento que Red Hot Chilli Peppers da a al funk, digamos que me causa gracia… pero nada más. Jamiroquai y Lenny Kravitz terminaron por aburrirme.

SIN TRATOS

Sin tratos tiene la fuerza para convertirse en un clásico de… ¿Cómo llamarlo? ¡Bah, no importan las clasificaciones!


La guitarra de Santiago abre las pesadas y enjoyadas puertas del Palacio del Funk; Mauro, José Luis e Ignacio subrayan el primer tiempo del tercer compás; al cuarto, el pandero de Ignacio anuncia la voz del Polaco, y un instante después del quejido de Ezequiel, nos descubrimos envueltos en espasmos que poco a poco se convierten, por la precisión y fuerza de Nacho, en una danza difícil de detener o controlar.

Si en Hacia dónde voy, el Polaco andaba casi desnudo, cubierto apenas por una piel de camello, ahora viste un hermoso traje tornasolado y se halla parado en una plataforma iluminada y cubierta de hielo seco, que lo transforma en una especie de soul preacher; la plataforma asciende hidráulicamente hasta poner al Polaco a la altura del resto de la banda, para sentenciar:

Todo perro tiene su día, y el mío es hoy.
Todo perro tiene su día, y el mío es hoy.
No hagamos tratos, que así está mejor.


La pieza casi vuelve a comenzar, para dar paso a la segunda estrofa:

Dame lo que es mío, y no pidas más perdón.
Dame lo que es mío, y no pidas más perdón.
¿Sabés que el último que ríe es el que lo hace mejor?













Directo hacia el infierno
Exile on Campeche Street

Just as long as the guitar plays,
let it steal your heart away.
(Torn and frayed)

Le digo a Gerardo, mi hermano –leyenda viva del rocanrol-, que escuche Directo hacia el infierno y que me dé referencias del pasado, porque hay algo en la canción que me lleva a los días en que colocábamos vinilos en un tocadiscos Philips monoaural, con tornamesa de fieltro y brazo de hueso color crema para la aguja de diamante. Mi gemelo suelta lo que escucha su mente…

-Ventilator Blues, Exile on Main Street, pues. Quiero decir, el espíritu de ese exilio voluntario en Francia. Es otra cosa, pero es lo mismo.

Puedo pasarme horas y horas ante Directo hacia el infierno, donde el amor apasionado se mira en el espejo y descubre su único horizonte posible, el de la decadencia y la devastación (toda pasión es de naturaleza diabólica).


Directo hacia el infierno es una declaración que adivina el infierno en la espalda de una súcubo –yo conozco al monstruo, viví en sus entrañas-. Pero esa revelación nos pone la carne de gallina gracias a la guitarra de Santiago, que inventa un riff de antología y se sostiene de manera espeluznante por la fuerza de Mauro, en el bajo, e Ignacio en la batería, mientras José Luis juega sobre sus teclas como si hubiera sido contratado para amenizar una orgía en Villa Nellcôte.


¿Qué tiene Vieja Estación que me ha devuelto el gusto por el rock and roll? ¡Pues eso, precisamente, rock and roll! Algunos, desde la inopia que produce tanta basura y tanta mierda, pueden no entender lo que digo; otros, arrogantes y temerosos de saberse rebasados, se harán los sordos. ¡Bah, qué importa! Basta escuchar Directo hacia el infierno para comprobar que Vieja Estación es una banda con raíces profundas y ramas que tocan el espíritu de un dios inmortal: la música.